jueves, 8 de mayo de 2008

Harpo

Hoy se cumplen nueve años. Yo andaba enamorado de Ngunda, encantado con su belleza y maravillado por sus habilidades y aura de perra sabia. No sólo había recibido sus arañazos cuando cachorra, sino había pasado como muchos amigos, acariciándola y disfrutando de una relación prestada con la perra de Sebastián y Gonzalo.
El verano de 1999 teníamos en casa tres gatos. No recuerdo exactamente como logré convencer a mi padre para que aceptara a un nuevo integrante en la familia. Pero cuando los cachorros aún estaban desarrollándose en el vientre de Ngunda, mi primer perro “de grande” empezaba a existir entre sueños y ansias de niño. Cuando los cachorros nacieron, todas las miradas apuntaron a una bella cachorra a quien ya había bautizado como Dharma, pero días antes a que se cumpliera el mes, el destino quiso que no fuera para mí. La única hembrita de la camada así como el cachorro más grande que fue bautizado como Gigantón, estaban fuera de mi elección. Así que el día que fui por mi cachorro me decidí por uno de los que eran conocidos como los gemelos. Llevé un collar de mi gato, se los di a oler, di dos pasos hacia atrás y lo llamé por primera vez, el pequeño cachorro blanco que semanas más tarde sería conocido como Harpo llego hasta mis brazos moviendo la cola, como la mueve en estos momentos echado a mis pies. Siempre recordamos con mi padre que cuando Harpo llego a la casa, entró a mi cuarto, no pudo subir al colchón, de pequeño que era. Por esos tiempos tenía el colchón sobre el piso, sin cama, mismo japonés y Harpo sólo un mes de vida. Creció entre gatos, viajamos en combi juntos, conoció a los perros de mis amigos, regresó al mes a ver a Ngunda que luego de regañarlo se enamoro de él. A los dos meses aprendió a dar la pata y a sentarse. Harpo en estos nueve años, se hizo amigo de mis amigos, enamorado de mis enamoradas y otro hijo que extrañar para mi padre. Muchos vieron a un muchacho en bicicleta y a un labrador blanco corriendo por las calles de Miraflores. Ahora caminamos en West Palm Beach junto con su hija Dharma. Los niños que van a la escuela por las mañanas los acarician y piensan que son gemelos. Sé que Harpo, chorrillano de nacimiento, extraña Lima, la playa, los viejos amigos, amores y padre, pero sabemos acompañarnos, caminar y jugar. Y hoy celebro el cumpleaños de mi gran amigo cuadrúpedo, echador de pelo, aullador de ambulancias, padre soltero y el cachorro más grande de este mundo. El gran Harpo.